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Lanzarote, la isla de los grandes paisajes

La más septentrional del archipiélago canario encierra un montón de sorpresas


La isla más septentrional del archipiélago canario encierra un montón de sorpresas, algunas de las cuales vamos a ir descubriendo a continuación. Daremos una vuelta completa a la isla deteniéndonos en puntos de gran interés que servirán para que apreciéis su belleza, tanto en la costa como en el interior, de la magnífica naturaleza y de los encantadores pueblos.

Nuestro primer alto es un lugar absolutamente imprescindible, el Parque Nacional de Timanfaya. Es de origen volcánico y ocupa una superficie de unos 51 kilómetros cuadrados en el suroeste de la isla. Todavía en la actualidad presenta actividad volcánica y tiene dos espacios con especial protección medioambiental, el Islote de Halcones y las Montañas de Fuego, donde están los conos más significativos. Es una visita que no os podéis perder bajo ningún concepto. No es posible recorrerlo en coche ni a pie, solamente en unos autobuses habilitados al efecto, que son de pago y que salen de una manera constante para realizar un viaje de unos 40 minutos recorriendo todo el parque.

Solo en días de vientos muy fuertes la duración del trayecto se puede ver reducida debido a la peligrosidad del terreno, ya que los autocares transitan por una carretera estrechísima bordeando los conos volcánicos. El paisaje es verdaderamente espectacular, como si estuvierais en el escenario de una película de ciencia ficción, y os permite haceros una idea de la transformación que sufrió la isla debido a las erupciones volcánicas.

Junto al restaurante mirador del Timanfaya asistiréis a demostraciones de las altas temperaturas existentes a 13 metros de profundidad, entre 100 y 600 grados. Tanto los géiseres, unas enormes lenguas de vapor, como el horno en las entrañas de la tierra resultan sorprendentes. Veréis como al introducir unas hierbas en un agujero, al poco tiempo se produce una intensa llamarada. Por cierto, que el propio restaurante utiliza el calor geotérmico para cocinar.

Rutas

Tampoco debéis de dejar pasar por alto hacer una ruta de senderismo por el Parque Natural de los Volcanes, muy próximo al Timanfaya. En Tinguatón encontraréis varias rutas, unas señalizadas y otras no, que os conducirán directamente a los volcanes, incluso con la posibilidad de asomaros a los cráteres, eso sí, con mucha prudencia en los días de viento porque puede ser incluso peligroso, además de muy molesto.

Muchas rutas son de nivel bajo y con una duración de una hora más o menos, aunque las hay más largas. En todo caso, si tenéis tiempo, no dejéis de hacer un poco de senderismo.

Quienes quieran tener una experiencia más turística tienen otra opción: dar un paseo en camello. La estación camellera se encuentra muy cerca del Timanfaya, y desde luego puede ser algo muy divertido.

Rumbo hacia el norte nos detenemos en Caleta de Famara, un pequeño pueblo marinero con sus calles cubiertas de arena y sus casas típicas. Aquí hay que probar las famosas gambas de La Santa en alguno de sus buenos restaurantes especializados en productos del mar. Esta localidad es lugar de reunión para practicantes de deportes acuáticos que aprovechan los fuertes vientos para deslizarse por las olas de su amplia playa. Dad un paseo por el puerto y disfrutad de la vista. Veréis enfrente la isla de la Graciosa,de la que más adelante hablaremos.

Cruzamos a la costa este para ver los Jameos del Agua, centro de arte y cultura creado por César Manrique. Lo más destacado es el lago interior originado por filtraciones marinas, que en sí mismo es una formación geológica singular. Están dentro de un túnel volcánico fruto de las erupciones del volcán de la Corona. En la primera planta hay un restaurante, y aunque la comida no es nada especial, si podéis os aconsejamos que os permitáis allí un almuerzo porque el lugar bien lo merece.

Cuenta también con un auditorio dentro de la roca en el que se hacen conciertos y actuaciones musicales. La entrada es de pago y, como en la mayoría de sitios de interés de Lanzarote, el precio es excesivamente caro. Las autoridades canarias, el Cabildo Insular y los organismos de los que dependen los lugares de los que os hablamos deberían hacer un esfuerzo por democratizar la cultura para que todas las personas puedan tener acceso a estos sitios.

Pueblos marineros

Algo más hacia el sur nos detenemos en Punta Mujeres, otro pequeño pueblo costero donde hay que ver las piscinas naturales de agua turquesa que se forman entre las rocas y las casas tradicionalmente canarias. Allí está también Casa Carmelina, un alojamiento de fachada tan recargada que no os pasará desapercibido.

Recorriendo una escasa distancia llegamos a Arrieta, como el anterior, un pueblecito marinero. Además de pasear por su pequeño puerto con sus modestos restaurantes y ver las barcas de pescadores adosadas a sus típicas casas, no os perdáis La Juanita, también llamada la Casa China o el Chalet de Arrieta, una construcción que parece salida de una película de misterio, edificada por un indiano, Juan de León Perdomo, como lugar de reposo para su hija enferma de tuberculosis. A sus pies se abre El Charco, una pequeña playa cerrada por rocas que se llena con la marea alta.

Interior

Seguimos descendiendo y nos desplazamos un poco al interior para visitar el Jardín de Cactus en las inmediaciones de Guatiza, otra de las creaciones de César Manrique. Este espacio incluye cerca de 4.500 ejemplares de cactus de 500 especies diferentes provenientes de todos los rincones del mundo. El artista usó un antiguo vertedero y tras 20 años de trabajos logró un precioso entorno en el que destacan la piedra volcánica y los monolitos basálticos convertidos en esculturas.

Ha recibido varios premios internacionales y está considerado como uno de los jardines de cactus más importantes del mundo, combinando en él arquitectura, escultura, interiorismo y jardinería. El conjunto está presidido desde lo alto por un molino a cuyo interior se puede acceder. Hay que pagar una entrada para verlo, e incidimos en lo mismo que antes comentamos del excesivo precio. De todas formas, aunque en principio la botánica no sea vuestro fuerte, vale la pena visitarlo.

Desplazándonos más hacia el interior nos encontramos con Teguise, una población con gran tradición e historia y un relevante casco histórico con casas señoriales que se levantan en las proximidades de la plaza de la Constitución. En ella encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de la localidad, reconstruida a principios del siglo XX; el restaurante Acatife, en un edificio de principios del siglo XIX que fue la casa del beneficiado Antonio Cabrera y Ayala; la Casa de la Cultura, que en su día acogió la Escuela de Enfermería de la Universidad de Las Palmas, construida a mediados del siglo XVIII; La Cilla, el granero más importante de Lanzarote, que data del año 1680, hoy sede de una entidad bancaria tras su rehabilitación por César Manrique, y una larga serie de edificios que justifican un detenido paseo por la que es una de las poblaciones más bonitas de la isla.

Continuamos por el interior de Lanzarote para detenernos en las afueras de Tahiche en la Fundación César Manrique, ubicada en la que fuera domicilio, tras su regreso de Nueva York, de este artista omnipresente en la isla.

Las instalaciones agrupan la propia vivienda, las habitaciones del servicio doméstico y los garajes, todo ello reciclado por Manrique para convertirlo en un espacio museístico. La finca tiene una superficie de 30.000 metros cuadrados. El edificio está levantado sobre cinco burbujas volcánicas naturales y en sus dos niveles suma 1.800 metros cuadrados habitables, más 1.200 de terrazas y jardines y otros 2.900 de aparcamientos. La planta superior se inspira en la arquitectura tradicional de Lanzarote e incluye las dependencias domésticas, habitación de invitados, dormitorio y cuarto de baño.

En el nivel inferior las cinco burbujas volcánicas se comunican a través de pasillos horadados en la colada lávica. Hay un jameo central, zona de descanso con piscina y pista de baile y, finalmente, lo que era el estudio del pintor, en el que actualmente se realizan exposiciones. La casa supone una especie de diálogo entre arquitectura y naturaleza, todo ello bajo la inspiración del artista lanzaroteño.

La capital

Alcanzamos la capital de la isla, la ciudad de Arrecife, con una población de 64.000 habitantes en todo el municipio. Iniciamos la visita en el Castillo de San José, fortaleza del siglo XVIII en el que se ubica el Museo de Arte Contemporáneo, el más importante de la isla.

Más próximo al centro vemos el faro monumento a los mártires del mar, inaugurado en 2013 en recuerdo de los marineros fallecidos y, especialmente, de los siete lanzaroteños que murieron en el asalto al buque Cruz del Mar en 1978.

Un lugar inevitable en la capital es El Charco, un entrante de agua salada directamente desde el mar en el que transcurre buena parte de la vida de los habitantes y de los turistas. De hecho ahí surgió el primer núcleo de pescadores de la isla. Las barcas ancladas, las antiguas casas de los marineros y los múltiples bares y restaurantes que lo rodean dan ambiente a esta parte de la ciudad, posiblemente la más conocida y frecuentada. El Charco fue remodelado, ya lo podéis adivinar, por César Manrique. Recorrer todo su perímetro constituye un agradable paseo para observar las pequeñas casas, que nos acercará a la zona más comercial de Arrecife.

A poca distancia está el Puente de las Bolas, con un tramo levadizo y 175 metros de longitud. Toma su nombre de las bolas que hay en la parte superior de las columnas. Fue construido en 1771 y conduce al Castillo de San Gabriel, erigido en el siglo XVI para protegerse de los ataques de los piratas. Alberga el Museo de Historia en el que se muestra el pasado de la urbe a través de más de 3.000 objetos. El castillo es Monumento Histórico Nacional desde 1972.

Desde los dos puentes que lo comunican con la ciudad se tiene una vista sin obstáculos del parque José Ramírez Cerdá y del bonito quiosco de música, réplica exacta del existente en los años 50 para las actuaciones de la orquesta municipal.

La calle León y Castillo es la comercial por excelencia. Además de bonitos edificios y de gran número de tiendas, observamos la llamada Casa Amarilla, antigua sede del Cabildo Insular. Fue declarada Bien de Interés Cultural en 2002 y actualmente su planta baja es un salón de exposiciones.

En la plaza de Las Palmas se levanta la Iglesia de San Ginés, cuyo origen parece estar en una ermita fundada bajo la advocación del obispo francés San Ginés. Tiene elementos barrocos, mudéjares y neoclásicos.

Vino y playas

Al atravesar la zona de La Geria hay que prestar atención a la orilla de la carretera para ver los chabocos, construcciones semicirculares para proteger de los fuertes vientos las cepas de las que se extrae un excelente vino, muy sorprendente por su calidad y por la fácil que se deja beber. Hay diversas bodegas en la zona que admiten visitas y ofrecen degustaciones.

Playa Blanca es uno de los principales núcleos turísticos de Lanzarote. Tiene un largo y bonito paseo marítimo desde el que se ve la isla de Lobos y la de Fuerteventura, y de cuyo puerto salen los ferrys que unen esta última con Lanzarote. Posee una zona comercial que discurre paralela a la playa, y en todo caso es una localidad con gran animación sin perder la inmensa tranquilidad de la que hace gala toda la isla. Pasada la marina se llega al Castillo de San Marcial, de planta circular con un puente levadizo. Es una torre defensiva que en el siglo XVIII tenía como objetivo la protección de los ataques piratas. Desde este emplazamiento se tiene una bonita panorámica del litoral del sur.

En esta zona hay playas que algunos vídeos promocionan exageradamente, ya sabéis que la gente suele repetir lo que dijo el anterior, en este caso se aconseja en exceso la playa del Papagayo. Hay otras mucho más interesantes que esta, como la de Los Pocillos en el municipio de Tías, sin contar que si vais en coche habréis de pagar 3 euros para acceder, o sea que nuestro consejo es que no os empeñéis en ir a visitarla, simplemente se ha puesto de moda y nada más.

Ascendiendo por el litoral oeste alcanzamos las famosas Salinas del Janubio, las más grandes de la isla, declaradas espacio protegido. La sal obtenida es de gran calidad al tratarse de un producto completamente natural sin aditivos ni transformación. Hay que fijarse en el contraste de colores: el rojizo, el pardo y el blanco total de la sal amontonada en pequeñas pirámides. Si os interesan especialmente podéis bajar a visitarlas.

Más al norte están Los Hervideros, acantilados en los que el mar bate fuertemente contra las rocas. Actualmente la carretera está cortada, así que hay que llegar a ellos a pie, lo cual puede ser peligroso en días de mucho viento. Si queréis ver de cerca olas rompiendo sin correr riesgos id hasta El Golfo, otro pueblecito de costa en cuyas rocas el mar ofrece todo un espectáculo. Allí veréis la fuerza del agua sin correr ningún riesgo. A vuestra espalda disfrutaréis de una bonita postal del pueblo, en el que hay un buen número de restaurantes.

Pero El Golfo aún os reserva otra sorpresa. Subiendo una pequeña loma se llega a otra preciosa estampa, la del Charco Verde o Charco de los Clicos o Lago Verde, una laguna que forma parte del Parque Natural de los Volcanes, situada en un cráter de lo que en su día fue un volcán. El agua procede de las filtraciones subterráneas del mar y tiene un llamativo color verde debido a la presencia del alga rupia marítima y de una gran cantidad de azufre. El contraste de colores que ofrece con la montaña y el mar es digno de ver. Es una visita que no os podéis perder.

La octava isla

Toca ahora coger un barco para irnos desde Órzola a la vecina isla de La Graciosa en un viaje de unos 20 o 25 minutos. Aquí hay que hacer una advertencia: en el caso de que os dé respeto navegar no vayáis si ese día el mar está revuelto, ya que os aseguramos que el barco entre Lanzarote y La Graciosa en días ventosos se mueve mucho, y cuando decimos mucho queremos decir muchísimo. Podréis ver la proa apuntando hacia arriba y luego caer en picado, y ya no hablemos de los movimientos laterales, así que tened esto en cuenta.

Si Lanzarote llama la atención por su tranquilidad y silencio, La Graciosa va todavía un paso más allá. La calma es total. El principal núcleo de población es Caleta del Sebo, donde atracan los barcos. Una vez atravesada la explanada del puerto llegaréis a las calles sin asfaltar, que en cierto modo recuerdan a las aldeítas de México.

Una opción es alquilar una bicicleta si no os apetece andar o, para tener una idea algo más amplia del paisaje de la isla, alquilar un coche con conductor para que os dé un paseo por los distintos caminos existentes. Aparte de eso, poco más se puede hacer que callejear, visitar la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, tomar algo en algún bar o restaurante y ver Lanzarote a apenas unos metros de distancia. De todas formas, si tenéis tiempo vale la pena la experiencia de conocer la octava isla canaria.

Hay muchos otros lugares que descubrir: miradores, senderos, volcanes, pueblecitos, playas; Lanzarote es una isla preciosa y muy tranquila. A la vista impacta la ausencia de vegetación y el paisaje volcánico, que no deja indiferente. Es imprescindible alquilar un coche para conocerla. Las carreteras están en muy buen estado y las distancias son cortas, pero hay que prestar atención a las decenas de ciclistas que van de un lado para otro, a veces conformando verdaderos pelotones. Tened mucha precaución.

Dónde comer

Estos son algunos de los restaurantes que os recomendamos para comer, desde luego que no es una lista cerrada, así que muy posiblemente encontraréis otros muchos que serán de vuestro agrado: El Tineque, en Tiagua; Costa Azul, en Costa de Famara; La Taberna del Mar, en Costa Teguise; Sal Marina, en La Santa, y Volcán de Timanfaya, en Playa Blanca.


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