Ponte Maceira

A escasos kilómetros de Santiago de Compostela, en pleno tramo del Camino que conduce a Finisterre, o Fisterra, se encuentra Ponte Maceira, un pueblo que en realidad es un conjunto de edificaciones y lugares que forman una unidad de gran interés turístico y cultural.

El primer punto reseñable es el bonito puente sobre el río Tambre, que separa los ayuntamientos de Negreira y Ames. En ambas márgenes hay edificaciones relacionadas con el antiguo Camino Real, que forma parte del tramo del Camino de Santiago que llega hasta la Costa de la Muerte. Es uno de los tres puentes que desde la Edad Media hasta el siglo XIX permitieron cruzar el río en dirección al Atlántico, por lo que gozó de una gran importancia.

Su construcción data de los siglos XIV o XV y sería una iniciativa del arzobispo compostelano, no solo para comunicar Santiago con las tierras al norte del Tambre, sino también para cobrar un peaje a quienes lo atravesaban en dirección a los puertos costeros, por donde llegaban y se iban los peregrinos.

Inicialmente se componía de siete arcos, pero su degradación a finales del siglo XVIII obligó a la reparación. Actualmente consta de cinco arcos principales con tajamares y 2 más pequeños, y el ancho de la calzada oscila entre 2,75 y 3 metros. Está bastante inclinada, pero se cree que antes de la reforma podría tener una pendiente aun mayor. La bóveda central descansa sobre la roca y es la que tiene el pretil más alto. Uno de los tajamares es mucho más ancho que los restantes para aposentarse en la roca que lo sustenta.

El segundo punto de interés es la capilla de San Brais, del siglo XVII. Se encuentra justo al salir del puente en la margen de Negreira y se caracteriza por la espadaña que sostiene la campana en el muro sur. En el siglo pasado se añadió el ábside semicircular.

El tercer lugar destacado de Ponte Maceira son los molinos, que en su época eran utilizados por turnos por las familias del lugar. Se valían de la corriente de agua procedente del río Tambre. Es posible entrar en ellos para hacerse una idea de su importancia y funcionamiento.

A espaldas de los molinos tenemos el cuarto punto de interés, es el pazo de Baladrón, una construcción de la década de los cincuenta que se integra perfectamente dentro del conjunto. Tiene una entrada en arco a escasos metros de la capilla de San Brais y sus jardines lindan con las aguas del río. Desde el puente se tiene una vista general de la finca, con su zona arbolada, construcciones y cruceiro.

El quinto aspecto destacado son las calles del propio pueblo, empedradas y perfectamente conservadas, que son testigo a diario del paso de los peregrinos procedentes de Santiago y rumbo a su último destino, Fisterra. En los lados se observan casas con el sabor típicamente gallego. No faltan los hórreos y los grandes palomares circulares.

En el trazado urbano encontramos todavía las viejas marcas que señalan el Ayuntamiento y partido judicial al que pertenecían los caseríos a cada lado del puente. Y dado que estamos en pleno Camino de Santiago, es normal encontrar las indicaciones a los caminantes de que se encuentran en la buena ruta. En muros y paredes son visibles la flecha y la concha sobre fondo azul.

El sexto aspecto destacable es el río Tambre y sus orillas arboladas que constituyen estupendas veredas para caminar. Río arriba nos encontramos la ruidosa cascada cuyas aguas alimentan los molinos, mientras que río abajo, pasado el puente, se hace el silencio que invita a un tranquilo paseo por las verdes márgenes.

Para terminar, el séptimo lugar destacable de Ponte Maceira, la iglesia de Santa María, románica del siglo XII, con una nave, cabecera rectangular y dos arcos de descarga en el exterior, entre los contrafuertes y el testero.

Esta pequeña población bien merece una pausada visita para disfrutar de los rincones que hemos destacado y dejarse impregnar de la magia del Camino de Santiago, aprovechando además que el trayecto apenas lleva unos minutos desde la capital gallega.