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Cascais, la perla de Portugal

La belleza de su bahía, la elegancia venida a menos de barrios como Estoril o Monte Estoril, la decadencia de algunas de sus villas, la luz y la tranquilidad que se respira hacen de esta ciudad uno de los rincones más maravillosos de Portugal


Cascais
Centro de Cascais.

Aunque es posible que tiempos pasados hayan sido mejores, Cascais sigue manteniendo cierta orla de elegancia que se hace patente en las villas que se asoman a sus playas, dos Pescadores, da Rainha, da Conceição, da Duquesa, das Moitas, do Tamariz, da Poça, da Azarujinha, y en todo el barrio de Monte Estoril, segmentado por una serie de calles estrechas y curvadas que suben y descienden por la colina dejando entrever la opulencia, en unos casos, y el declive, en otros, de sus propietarios.

Cascais fue lugar de veraneo y residencia de monarcas europeos y de la clase alta portuguesa, conforma una bahía acogedora, soleada y azotada por el viento, que cuando se alía con el mar provoca las curiosas formas que se aprecian en la Boca do Inferno y, algo más al norte, en el Cabo da Rocha, el punto más occidental de la Península Ibérica. «Aqui, onde a terra se acaba e o mar começa» reza una placa que recoge esta frase de Camões para recordar al viajero que se encuentra en un lugar que antaño fue considerado el fin del mundo.

La ciudad puede ser dividida en cuatro zonas. En la próxima al mar, la más turística, están la mayor parte de hoteles y restaurantes, algunas de las calles más antiguas, el puerto deportivo, conocido como La Marina, y monumentos como la Ciudadela. La parte alta, ya alejada de los visitantes, alberga barrios claramente más modestos, la Assunção, la Torre, la Pampilheira, Birre o Fontainhas, en los que, a pesar de todo, se pueden encontrar lugares muy interesantes para alojarse o comer a un precio sensiblemente inferior que en la parte costera.

Al este están Monte Estoril y Estoril, nombres que evocan elegancia, deportes del motor (aunque el circuito de carreras está al norte), tenis, golf y casino. Al oeste se extiende la Quinta da Marinha, amplia zona verde con urbanizaciones muy exclusivas (el nuevo Monte Estoril), hoteles de lujo y campos de golf y, bordeando el mar, el Guincho, con su magnífica y ventosa playa, lugar de reunión de surfistas de todos los rincones del mundo. En las inmediaciones de esta playa se encuentra uno de nuestros restaurantes favoritos, el Porto Santa Maria.

En Estoril, la avenida que muere en la playa de Tamariz lleva hacia el Casino, que llegó a ser (no sabemos si todavía mantiene ese título) el más grande de Europa y, según se dice, sirvió de inspiración a Ian Fleming para crear el personaje de James Bond, trasladando sus salas de juego a algunos pasajes de la novela Casino Royale. También en Cascais se rodó parte de la película Al servicio secreto de Su Majestad, lo que estrecha todavía más el vínculo entre esta antigua villa de pescadores y el célebre personaje de ficción. Es cierto que el Casino perdió parte del glamour en el afán de sus propietarios de hacerlo más popular (es decir, que más gente fuese allí a dejarse su dinero) y de compartir el negocio con el nuevo casino que abrieron en Lisboa. Aun así conserva interesantes espectáculos con cena, dos discotecas, restaurantes, uno de ellos de comida china, Mandarím, y un área de actuaciones musicales y cafetería, Lounge D, en el que pasar un rato agradable si no se tiene mucho interés en perder dinero en las máquinas y mesas de juego.

Cascais
Plaza del Ayuntamiento.

Cascais ofrece paseos muy agradables, entre ellos el del Parque Palmela, a espaldas del edificio que sustituyó al Hotel Estoril Sol, propiedad del Casino y cerrado con gran polémica, arquitectónica y social, en 2002. Era una de las primeras construcciones modernistas de la zona y todo un símbolo de la ciudad, y a pesar de ello fue derruido poniendo fin de esa forma a la vida de uno de los establecimientos hoteleros de referencia en el área de Lisboa.

El Parque Marechal Carmona y el entorno del hipódromo son también lugares muy agradables para alejarse de las rutas de mayor densidad turística, permitiendo además la visita a La Marina, al Museo Condes de Castro Guimarães y a la Ciudadela, antigua residencia real y de veraneo de anteriores presidentes de la República.

Es inevitable el paseo por el Paredón, nombre con el que se conoce al malecón que nace en la playa de A Conceição y continúa bordeando el mar hasta la pequeña y modesta playa de la Azarujinha. Es un recorrido que ofrece de un lado la vista de la bahía y, del otro, imágenes muy diversas: algunas villas, apeaderos del tren, pequeños restaurantes y la carretera Marginal, nombre dado a la vía que a lo largo de la costa enlaza Cascais con Lisboa, que en sí misma es una magnífica calzada para que aquellos que estén más en forma sigan su paseo, un buen y largo paseo, hasta Carcavelos.

Finalmente, también son buenas opciones la Quinta da Marinha, con sus pinares y su silencio, o la Avenida Rei Humberto II de Italia, que conduce hasta la Casa da Guía (un espacio verde con tiendas y cafés) y, algo más lejos, hasta la Boca do Inferno y el Guincho, todo dependerá del aguante de las piernas del paseante.

Playa Tamariz Cascais
Playa de Tamariz.

Cascais es una ciudad entrañable, con rincones muy coquetos como el Largo de Camões o el jardín Visconde da Luz, siempre alegre y luminosa, invitando al visitante a recorrer sus pequeñas calles, sentarse a comer en sus terrazas o disfrutar de unas horas de paz en alguna de sus playas. Además cuenta con alrededores muy bonitos, entre ellos la maravillosa y enigmática Sintra, Ericeira, Oeiras y, por qué no Lisboa, apenas separada media hora en un agradable viaje en tren.

En el otro plato de la balanza hay que poner una hostelería poco profesional, en general no excesivamente amable y con unos precios demasiado elevados para lo que ofrecen, dado que la calidad no es siempre denominador común, como sí es la pillería para atraer al turista fácil y despistado.

La belleza de su bahía, la elegancia venida a menos de barrios como Estoril o Monte Estoril, la decadencia de algunas de sus villas, la luz y la tranquilidad que se respira no se dejan empañar por los inconvenientes que el turismo de masas conlleva. Cascais siempre será Cascais, uno de los rincones más maravillosos de Portugal.


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