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Èze, ciudad medieval

Encaramada en lo alto de una colina, a más de 400 metros sobre el nivel del mar, esta villa fortificada ofrece unas impresionantes vistas de la Riviera francesa. Sus calles, por las que apenas caben dos personas, son un verdadero laberinto


Nuestra Señora de la Asunción de Eze
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Esta población, «pueblo de arte de y gastronomía», es algo bastante diferente a lo que se encuentra en la Costa Azul. Èze es una ciudadela medieval ubicada en un alto al que se accede por una carretera empinada y retorcida, tanto que no es de extrañar que inspirase al filósofo Nietzsche (cuyo nombre lleva uno de los caminos de acceso) para escribir uno de los capítulos de Así habló Zaratustra.

Se encuentra a escasos kilómetros del Principado de Mónaco, y una buena manera de llegar a Èze es por tren, teniendo en cuenta que la estación del ferrocarril se encuentra en Èze-sur-Mer, es decir en la costa. Desde allí hay que tomar un bus, el problema es que sale cada hora, así que lo más práctico es llamar un taxi (el precio de la carrera es de 40 euros en el momento de escribir este artículo) o un Uber (18 euros). Subir andando (hemos leído que lleva ¡20 minutos!, lo que demuestra que quien lo escribió jamás estuvo en Èze) es una locura que se prolongaría al menos durante hora y media.

A medida que nos acercamos se adivina la ciudad medieval, Èze Village, de forma casi circular y colgada a 429 metros sobre el nivel del mar, desde la que se tienen unas increíbles vistas de la Riviera. La condición defensiva de esta ciudadela queda patente a la vista de las troneras y almenas, y es que Èze fue objetivo militar de otomanos y franceses entre los siglos XVI y XVIII.

Eze
Dos rincones de Eze.

Está compuesta de una serie de callejuelas que nada tienen que envidiar a un laberinto. Suben, bajan, hacen un codo y, de pronto, te descubren como por arte de magia un rincón salido de una casa de muñecas. Lo mejor es no pretender memorizar la dirección hacia la que nos movemos, sino dejarse llevar por los callejones y disfrutar de cada balcón al Mediterráneo, de cada esquina floreada, de cada ángulo con sus pequeñas escalinatas, de cada recodo en el que tanto puede aparecer una puerta de acceso a la tienda de un artesano como a un hotel de 5 estrellas, de cada recoveco en el que florece un jazmín o una buganvilla, de cada rampa que destapa un muro soleado, de cada escalera en la que hacen equilibrios las sillas de un restaurante.

Èze es como de cuento, entre sus piedras lo mismo te puedes imaginar una historia de hadas como una sangrienta batalla. Están tan bien conservados su carácter y personalidad que no es de extrañar que sus casas no tuviesen agua corriente hasta 1952. Entre sus edificaciones destacan la casa de los Riquier, señores feudales originarios de Niza; el castillo de la Cabra de Oro, que da nombre a un hotel de lujo; el castillo Eza, en la parte superior junto a la Puerta de los Moros, antigua residencia del príncipe Guillermo de Suecia; la capilla de los Penitentes Blancos, también conocida como de la Santa Cruz, y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Castillo de la Cabra de oro Eze
A la izquierda, el castillo de la Cabra de Oro, convertido en hotel de 5 estrellas. A la derecha, uno de los muchos recodos de las calles.

Otro lugar que ver en Èze es el Jardín Exótico, creado en 1949 por Jean Gastaud, un ingeniero agrónomo que consiguió una importante serie de plantas de muy diversos lugares, entre las que resalta por su curiosidad la Opuntia Tunicata, un tipo de cactus con las espinas traslúcidas que reflejan la luz.

En definitiva, vale la pena viajar a Èze, un original pueblo, curioso, bien cuidado e impecable, siempre teniendo en cuenta que se trata de un destino eminentemente turístico, pero al que se pueden dedicar unas cuantas horas, descansando tras el paseo en una terraza tranquila desde la que apreciar su belleza e historia.

Calles de Eze
Otras 2 muestras de las intrincadas calles de esta ciudad medieval.

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