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De Ponteceso a Corme

Un paseo desde el estuario del río Anllóns hasta la Costa de la Muerte


15 de mayo de 2024


Arrancamos nuestro viaje en el puerto de Corme, un pueblo pesquero de poco más de 1.000 habitantes famoso por sus reconocidos percebes. Todos los años a principios de julio se celebra la fiesta de exaltación de este marisco, una buena oportunidad para degustar ese manjar con auténtico sabor a mar. Es imprescindible hacer el recorrido hasta el faro situado en la Punta do Roncudo, un sector del accidentado y peligroso litoral noroeste de la península, conocido como la Costa de la Muerte. En el trayecto nos encontraremos cruces que recuerdan las vidas perdidas de mariscadores y marineros, evocando el hundimiento de una larga lista de barcos, como el Padova, el Naldamar-I, el Oscar, el Mary, el Gladiator y el Anastase, entre otros.

El faro es muy similar al de Laxe y entró en funcionamiento en 1920. Tiene una altura de 38 metros y un alcance de unos 19 kilómetros. El nombre de Punta do Roncudo procede del ruido que hace el mar al chocar contra las rocas. Esa fuerza y las características del agua, con abundancia de plancton, propician que los percebes sean considerados de los más sabrosos de Galicia, de gusto intenso, colores vivos y cuerpo ancho y musculado debido a la fuerza que deben hacer para adherirse a las rocas.

Es también habitual encontrarse pescadores con sus cañas entre los acantilados, intentando hacerse con piezas de maragota y pinto. El paso frente al promontorio del Roncudo es una maniobra peligrosa y arriesgada, a pesar de la presencia del faro que guía a las embarcaciones por este complicado litoral.

Un estuario con dunas

Para tener más claro el tramo de costa que visitamos, es buena idea subir al Monte do Faro, en las afueras de Corme. Tiene una altitud de 231 metros y en él se levanta esta torre inaugurada en 1959 y costeada por un emigrante, Ricardo Pose Ourens. A la azotea superior, situada a 39 metros de altura, se accede por una escalera de 133 escalones. El último tramo es una escala metálica vertical, así que si queréis alcanzar la parte más alta procurad no llevar ningún objeto que os impida subir por ella.

Junto a la torre está la capilla de Nuestra Señora del Faro. El nombre de este monte se deriva de su antigua función, ya que antiguamente aquí se encendían antorchas para guiar a las embarcaciones. Las vistas que se tienen desde el monte son espectaculares y permiten una buena panorámica de esta parte de la costa.

Nos vamos al pueblo de Ponteceso, que es la puerta de salida del Río Anllóns y la puerta de entrada a la Costa da Morte, la Costa de la Muerte. Está atravesada por el mencionado río, integrada en la comarca de Bergantiños, con unos 5.500 habitantes y conocida por haber sido la cuna de Eduardo Pondal. Este médico nació en 1835 en el seno de una familia hidalga, y pasó a la historia por ser el autor del poema Os Pinos, que se convirtió en la letra del Himno de Galicia.

Desde dicha localidad sale un camino paralelo al río que conduce al estuario del río Anllóns. Se trata de un espacio natural de gran riqueza paisajística y ecológica, que ocupa una superficie de más de 1.000 hectáreas. Es, además, un sendero estupendo para pasear o hacer deporte en plena naturaleza en un ambiente de gran tranquilidad y lejos de cualquier ruido.

Un puesto de observación de aves, que lleva el nombre del omnipresente Pondal, nos recuerda la importancia ornitológica del entorno, es Zona de Especial Protección para las Aves, puesto que aquí anidan tanto aves de paso como invernantes, entre ellas los pajarillos amarillos, que solo viven en la provincia de A Coruña y en peligro de extinción; el chorlitejo patinegro, la alondra y la lavandera boyera. Está integrado en la Red Natura 2000 y en sus diversos hábitats se mezclan marismas, estuarios, dunas, lagunas, playas y acantilados.

No es extraño ver mariscadores dispuestos a recoger uno de los productos estrella de la zona, los berberechos, pero también es lugar de pesca de angulas, lampreas y reos. El camino conduce al complejo dunar que tiene unos 2 kilómetros de longitud y 400 metros de ancho. La arena asciende por la ladera del Monte Blanco. Entre la flora destaca la Omphalodes Littoralis, una especie amenazada, y el barrón, que se encarga de fijar las dunas.

Este recorrido es muy frecuentado por senderistas, ciclistas de montaña y, por supuesto, por los afortunados habitantes de la villa de Ponteceso. Evidentemente, os aconsejamos que dejéis vuestro coche al final de una pista que llega desde la aldea de O Couto, a la salida de Ponteceso por la AC-424, y que hagáis este tramo a pie o en bici. Son unos 2 kilómetros, aproximadamente, bordeando el Monte Blanco que realmente valen la pena.

La desembocadura del Anllóns tiene lugar en la extremidad sur de un arenal que forma la playa de A Barra, un buen sitio para sentarse unos minutos en la arena, disfrutar de la vista con el pueblo de Cabana allá al fondo y retomar fuerzas para regresar. A fin observar el conjunto en general, recomendamos tomar la carretera que conduce a Corme y desviarse en la DP-6803, dirección Balarés, para subir al mirador del Monte Blanco. Desde lo alto se observan perfectamente la playa de A Barra, el pueblo de Laxe, el de Cabana y el litoral formado por la playa das Vacas y las puntas de Padrón, Candas y Cabalo.

En el punto donde se asciende a este mirador se pasa por delante del monumento a Pondal. Parece que el poeta quizá mereciese algo más…

Una playa con historia

Continuamos hacia el mar rumbo a la playa de Balarés, en la entrada de la ría de Corme y Laxe. A pesar de la calma que transmite esta tranquila playa, en sus proximidades también se hundieron varios barcos, como el Boedo y Ponte, el Compostelano y el Pazoco, y es que estas aguas a veces no son lo que parecen. La playa, de arena fina y blanca, es un buen refugio para los días de fuertes vientos al encontrarse bastante resguardada. Pero además tiene su lugar en la historia. En la parte norte, junto a Punta Facha, es donde se embarcaba durante la II Guerra Mundial el wolframio que los alemanes usaban para el blindaje de sus tanques. Tiene servicios de duchas y restauración y un apacible merendero a la sombra de los pinos.

Visitamos ahora un curioso y enigmático monumento, A Pedra da Serpe, o piedra de la serpiente, en la aldea de Gondomil. Se desconoce su origen y antigüedad. Es una roca de granito con el relieve de una serpiente sobre la que se colocó una cruz. En Galicia las representaciones de serpientes se remontan a la época megalítica y su significado se ha relacionado con la fecundidad, como protectora de tesoros, como símbolo de curación y eternidad e incluso como elemento demoníaco.

Ya que al principio hemos hablado de percebes, os recomendamos para degustarlos y, en general, para comer cualquier producto del mar, el restaurante Miramar (Corme), en Rúa Arnela, 35, es la calle principal del pueblo, entrando en dirección al puerto, en la acera de la izquierda.


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