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Cannes y sus barrios

Del lujo de La Croisette a la popular La Bocca


Cannes es mundialmente conocida por el festival de cine, pero también por ser una de las poblaciones con más glamour de la Riviera francesa. Está situada a unos 25 kilómetros de Niza y a medio camino entre Saint Tropez y Mónaco, y pertenece a la región de Provenza-Alpes-Costa Azul.

Tiene cerca de 75.000 habitantes y recibe cada año 3 millones de visitantes. La ciudad se divide en 3 zonas, Le Suquet, La Croisette y La Bocca. La primera de ellas, Le Suquet, es el barrio antiguo. Está formado por un entramado de calles estrechas y curvas en las que hay decenas de restaurantes, la mayoría pequeños y coquetos, sobre todo en la calle San Antonio, y las modestas casas de lo que en su día fue un barrio de pescadores. Estas calles, casi siempre llenas de turistas, ascienden hacia la parte alta en donde se encuentran el museo de Le Castre y la iglesia Nuestra Señora de la Esperanza. Vale la pena el esfuerzo en la subida para poder disfrutar desde allí de una magnífica vista de la ciudad y de la bahía.

Le Suquet tiene su propia calle comercial, la Rue Meynadier, en donde se puede comprar en pequeñas y tradicionales tiendas que contrastan con las que se encuentran en el barrio más lujoso, que después veremos. No falta algo tan típico del país como las pastelerías, las panaderías y las queserías, además de establecimientos de venta de marisco y de recuerdos para turistas.

La Bocca
Playa de La Bocca.

No muy lejos se encuentra uno de los puntos imprescindibles para ir de compras, el mercado de Forville. Ubicado en pleno corazón de la ciudad, reúne a productores y pescadores provenzales que exponen y venden cada día, excepto los lunes, los mejores productos de la región. Es necesario pasear por el interior, recrear la vista en los puestos escrupulosamente ordenados y escuchar las explicaciones que amigablemente dan los vendedores.

Tampoco se puede perder la ocasión de sentarse en la terraza de alguno de los bares que rodean el mercado y compartir con los cannois, como se conoce a los habitantes de la ciudad, un momento de descanso mientras se toma una bebida y una tapa observando el ir y venir de los compradores. La visita al mercado y las terrazas aledañas es la mejor manera de acercarse al modo de vida de los lugareños.

Descendiendo nuevamente hacia el mar nos encontramos con el ayuntamiento, un bonito edificio de 3 plantas, y el puerto viejo, en donde están amarrados impresionantes yates y que siempre muestra un ambiente bullicioso por el ir y venir de barcos de todas las categorías y tamaños y por las competiciones deportivas relacionadas con la navegación, como la conocida Regata Real que se celebra cada año al comienzo del otoño.

La segunda zona que visitamos es la antítesis de la que hemos visto hasta ahora. Se trata de La Croisette, donde el lujo se convierte en marca de la casa. Comienza en el Palacio de Festivales, el edificio en el que anualmente tiene lugar el Festival de Cine. En su alfombra roja los turistas posan poniendo posturas que ni siquiera la más egocéntrica de las estrellas de Hollywood podría imitar.

Vista de Cannes
Vista de Cannes desde La Castre.

El palacio está rodeado por unas placas en las que se reproduce la huella de las manos de actores y directores. Entre otras muchas están las de Johnny Hallyday, Claude Chabrol, Catherine Deneuve, Claudia Cardinale y Pedro Almodóvar. En realidad, en Cannes hay montones de reclamos que recuerdan que la ciudad y el cine están muy estrechamente vinculadas.

En el Boulevard de La Croisette están los casinos y tienen su sede las marcas más lujosas con productos a precios lejos del alcance de la mayoría, lo que no es óbice para que los escaparates tengan siempre caras pegadas a los cristales, aunque ir de compras por esta avenida sea algo exclusivo de unos pocos. Casi todo lo que puedas desear, sea de la marca que sea, lo encontrarás allí. Algunas de esas firmas de lujo tienen incluso su propia y exclusiva terraza.

En el sector en el que se encuentran esas tiendas están también los míticos hoteles de la ciudad, empezando por el Carlton, cuyas cúpulas se dice que reproducen los senos de la cortesana pontevedresa Agustina Otero, más conocida por la Bella Otero, y donde Rainiero de Mónaco se enamoró de la que sería su esposa, Grace Kelly, cuando esta rodaba Atrapa a un ladrón, con Alfred Hitchcock; el Gran Hotel, con el extenso jardín de entrada; el Marriot, el Majestic y el Martínez, este último otra institución y en el que se celebra la presentación del Festival de Cine y, por lo tanto, acoge a las estrellas del celuloide.

Todos ellos miran al mar, a la extensa playa imagen típica de Cannes, que tiene como telón de fondo cruceros y yates que se pasean por las aguas del Mediterráneo. La playa tiene varios tramos privados y reservados a los hoteles, así que alojarse en ellos será una experiencia probablemente inolvidable.

A medida que nos alejamos el nivel de turistas va decreciendo y, poco a poco, toparemos con cannois que caminan con sus perros, hacen deporte, pasean tranquilamente o se relajan sentados en un banco con las islas Lérins en el horizonte. Estamos sin duda en otro Cannes, el panorama cambia y todo se vuelve más pausado y auténtico.

Boulevard du Midi
Boulevard du Midi.

Al final del Boulevard de la Croisette están dos remansos, la Roseraie, también conocida como Square du 8 Mai 1945, que en sus parterres cuenta con cientos de rosales, y el puerto Canto, muelle nuevo donde se encuentra el club náutico. Ambos son lugares agradables para salir, aunque sea por unas horas, de los torrentes de turistas que invaden otras calles de la ciudad.

En paralelo al boulevard, hacia el interior, encontramos la calle comercial por excelencia, la Rue d'Antibes, una larga vía plagada de tiendas, la mayoría de nivel alto, y continuamente frecuentada por por quienes no quieren dejar la ciudad sin ir de compras y, sobre todo, por muchos paseantes.

A partir del Puerto Viejo, y del lado opuesto a La Croisette, entramos en la tercera zona de Cannes, La Bocca, un amplio y popular barrio que también mira al mar a través de una extensa línea de playa a lo largo del Bulevar du Midi en la que ya no hay el glamour ni los yates de La Croisette. Aquí todo es mucho más sencillo y normal; es la preferida por el público local. Sin ningún género de dudas, la ideal para quien no tenga ningún interés en ver y ser visto.

En sus arenales no tendrás problema para pasear, plantar tu sombrilla, tumbarte al sol con el ruido del mar como único sonido y, en conclusión, sentirte menos turista y un poco cannois. Además, cada tramo de playa tiene su chiringuito o restaurante por si necesitas beber o reponer fuerzas.

Llegada la noche Cannes sigue completamente viva. Las calles y bulevares se llenan de luces y las terrazas están repletas de personas cenando o tomando una copa, mientras otros pasean aprovechando la buena temperatura de la que goza durante gran parte del año. Incluso bajo los destellos de la luz artificial, la ciudad conserva un encanto y una elegancia especiales.

No es de extrañar que Cannes siga siendo un destino tradicional de la Costa Azul, un lugar que conquistó los corazones de muchos artistas, actores e intelectuales, como Pablo Picasso.


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